
Ana Lucia Bermudez nació en Cali – Colombia, sin embargo su esencia, su camino personal y su trayectoria como artista, han hecho de ella una hija de la tierra sin fronteras en la que la humanidad y la naturaleza cohabitan en armonía, un ideal que nació desde temprana edad en medio de los paseos al campo al que la llevaban sus padres y a partir de los cuales se empezó a cultivar en esa niña ese primer gran amor que la llevó a su primer sueño vocacional: ser veterinaria o dedicarse a la biología marina. Lo que ella aún no sabía es que, aunque las circunstancias de la vida la llevarían por otros senderos, estaría cumpliendo este sueño pero desde otro lugar que le tenía preparado su camino como artista.
EL PRIMER AMOR NUNCA SE OLVIDA
El arte siempre estuvo muy presente en su vida. Desde su niñez ya se iba formando en ella una artista que expresaba todo lo que sentía a través del dibujo. Luego, en su adolescencia, empezó a explorarse a través de la ropa de su abuela. Cada visita a la casa de esta mujer a la que tanto admiraba era encontrarse un mundo de posibilidades a través de sus prendas, las cuales empezó a intervenir y adaptar para usarlas a su propio estilo. Este decisivo capítulo de su vida fue lo que la impulsó a estudiar diseño de modas.
Dicen que el primer amor nunca se olvida y así lo ha vivido Ana durante toda su carrera. En medio de su constante búsqueda de materiales, exploración a partir de retazos y todas las creaciones que han ido surgiendo en este camino, el cuidado por la naturaleza, el respeto y la preservación de los animales siempre han sido parte de su propósito, apostándole desde su potencial creativo a una moda más consciente, slow-fashion y eco-friendly.
DE CALI PARA EL MUNDO
La creación de su marca que lleva su nombre, la cual ha existido desde ese momento hasta la fecha y para la única que ha trabajado todo este tiempo, inició como parte de su trabajo de grado en la universidad. Pero lo que inició como un proyecto pequeño desde su propia casa, gracias a la máquina de coser que le regaló su abuela y otra que le obsequió su tía María, creció repentinamente cuando se ganó el premio en la categoría de mejor nueva creadora del concurso anual “Hilando Talentos” de la feria de moda Cali Exposhow 2015, en la que presentó su colección IMMEMORIAL y a través de la cual fue también invitada a presentarse en la Semana de la moda en New York, logrando así lanzar su marca al mundo y darse a conocer.
Luego, en el 2016, presentó en esta misma feria de moda PINK RIVER, su colección más emblemática que marcó indudablemente el ADN de la marca y también la que significó un crecimiento repentino para el cual Ana aún no estaba preparada. Es aquí cuando entran sus dos socias actuales, su hermana Isabel Bermúdez y su tía Claudia Bermúdez. De igual forma su mamá, junto a toda su familia que creían en su talento, la apoyaron invirtiendo el capital necesario para consolidar la empresa y empezar a comercializar, exportando sus creaciones a diferentes partes del mundo
FUNDACIÓN OMACHA: UNA ALIANZA POR Y PARA LA NATURALEZA
En su proceso de investigación para crear la colección PINK RIVER, Ana conoce a la Fundación Omacha, una organización que protege la naturaleza, la vida y algunas especies en vía de extinción como el delfín rosado, el animal que además de servir de inspiración en este proceso también se convirtió en insignia para la marca ALB. Y fue tanta la admiración que Ana sintió por la fundación que a través de sus contribuciones, tanto económicas como en prendas para que sus profesionales usaran en sus expediciones, se empezó a tejer una alianza para juntos crear el cambio que quieren ver en el mundo.
Para el año 2024 Fernando Trujillo, el director de la Fundación Omacha, se gana el reconocimiento como “el explorador del año” por parte de National Geographic, por lo cual también se dió a conocer la marca ALB y Ana fue contactada por esta gran organización, que desde niña admiró, para crear también las prendas de todos esos héroes que trabajan por y para la naturaleza. Este momento no solo ha sido cumplir el sueño de su niña interior, sino que también ha significado para ella un motivo de gran orgullo, tanto en su recorrido como mujer y como artista que siempre ha buscado estar inmersa en la naturaleza.
UNA FAMILIA DE ALMAS CREATIVAS
Al igual que la naturaleza, Ana sabe que la mujer está sujeta al cambio dinámico y la transformación es una constante en esa búsqueda de una identidad más consciente y alineada a nuestro propósito. Por supuesto que esto no solo la ha atravesado a nivel personal, sino también como artista, viéndose reflejado en sus colecciones.
Como para la mayoría de empresas, la llegada de la pandemia representó también un golpe fuerte a nivel financiero para la suya y es en ese momento que decide mudarse con su pareja a New York, la ciudad que además de seguir impulsando su marca dándole una imagen más internacional, también la rodearía de una nueva familia de artistas y almas creativas con las que seguiría haciendo sinergia a lo largo de estos años, participando en vestuario para cantantes, fotos para editoriales y un sinfín de proyectos.
VOLVIENDO AL ORIGEN Y VIVIENDO SU SUEÑO
Luego, a pesar de disfrutar la vida de mujer citadina, nuevamente esa búsqueda hacia una vida más conectada con la naturaleza y con ella misma la llevó a mudarse en medio del bosque en Upstate NY. Sin embargo, viviendo en este lugar, se dió cuenta de que nada de lo que había diseñado hasta el momento podía ser usado en este lugar, ya que ella se había enfocado especialmente en crear prendas para la ciudad, precisamente porque hasta ese momento siempre había sido una mujer citadina que, aunque inspirada en la naturaleza, aún no estaba conectada con la experiencia de vivir en ella. Y es aquí cuando empieza a crear ropa para outdoors activities y lanza su colección TARAPOTO.
Desde ese momento Ana sigue sacando ropa para ahora sí convertirse en esa exploradora de la naturaleza que esa niña siempre quiso ser. Luce con orgullo sus propias prendas en cada una de las actividades que realiza en su nuevo hogar, como kayak, hiking, caminatas en el bosque, nadar en el lago, ir al río o cosechar los frutos de árboles silvestres. “Y aquí la vida me tiene y esto es a lo que me quiero dedicar de ahora en adelante en mis colecciones. Me seguiré inspirando en esa conexión con la naturaleza, como también en esa mujer que siempre quise ser, la cual busqué y siempre estuvo ahí en mi interior” comenta Ana con la certeza y tranquilidad de quien ya ha encontrado su lugar en el mundo.